viernes, 2 de febrero de 2018

Alumnos burros... ¡Nooo!

Desafortunadamente algunos docentes suelen etiquetar como "burros" a algunos alumnos. Etiquetarlos así, además de irrespetuoso es una expresión desesperada por no saber qué o cómo conducir una clase en la que los alumnos carecen de conocimientos previos para poder comprender el tema en curso. 

¿Pero... son los alumnos responsable de esa carencia? ¿Cuántos factores ajenos a lo académico han propiciado esas carencias? ¿Debe culparse al nivel de estudios anterior de dichas carencias? ¿Acaso los docentes que nos antecedieron equivocaron su labor de enseñanza y son los únicos responsables?.

Estas y muchas preguntas más surgen cuando se atienden alumnos cuyo conocimiento previo no es suficiente para lograr el aprendizaje del nivel en que se encuentran, cursando asignaturas que les parecen imposibles de entender.

Todas las reformas educativas, han buscado siempre mejorar el proceso de aprendizaje y fortalecer el conocimiento para desarrollar nuevas competencias en los alumnos;  no es que unas sea peor que otra, pues se circunscriben a la época y ámbitos regionales como resultado de casos de estudio sociales, políticos y económicos que podrían resultar insuficientes en un territorio educativo tan extenso y multicultural como el de México.

Rezago educativo es el término utilizado para denominar el hecho de encontrar población mayor a 15 años que no tienen terminada la secundaria. Pero... ¿qué hay de aquellos que tiene 15 o más años de edad, con secundaria terminada, pero con un total desconocimiento de la aritmética, la geometría, la escritura básica, la lectura, la historia, la geografía regional y nacional? Este segmento de población no aparece en los indicadores estadísticos educativos, sin embargo existen.

¿Entonces qué ha fallado? Desde mi perspectiva, una de las causas es la forma en que se desarrollan e implementan las reformas. Su contenido e intenciones no son nada malas, pero cuando aparecen la urgencia de demostrar su brillante instalación, ejecución y resultados, todo lo bueno se viene abajo.

Encontramos entonces autoridades urgidas de demostrar que todo va de maravilla, exigiendo que los índices de reprobación y abandono tiendan a cero, como si tratase de una función matemática que solo admitiese una sola variable de primer grado.

Entonces, los docentes de niveles básicos, presionados por la estadística, se ocupan de  no reprobar alumnos, dando cumplimiento a la solicitud expresa de bajar los índices de reprobación y abandono escolar. Tarea que resulta sencilla y bien remunerada. El objetivo se tergiversa, ahora lo importante no es que los alumnos aprendan, sino que aprueben. 

Los padres de familia juegan un papel importante en el proceso, pero se han relegado mucho y dejan en manos del docente todo el aprendizaje de sus hijos.

La 'chancla' tan temida en otra época, el coscorrón y jalón de oreja o patilla fueron guardados en el baúl de los recuerdos en todas las casas; fueron sustituidos por el apapacho el consentimiento excesivo y total indulgencia.

Si estos "correctivos" de antaño fueron buenos o malos, no soy quien para juzgarlos, pero entre mis compañeros de escuela no recuerdo a alguno que haya sufrido daño en su  integridad física, emocional y mental al grado de convertirse en malos ciudadanos y es algo que la comisión de derechos humanos ha censurado de forma categórica. Pero, siempre habrá un pero... los padres de familia han perdido mucho respeto de sus hijos y para ganar su afecto media la concesión de derechos o privilegios a cambio de pocas obligaciones. 

Buenos principios antes que bellas maneras, son primordiales en la formación del niño: Tiende tu cama al levantarte, levanta tus platos de la mesa después de comer, ayuda en la preparación de los alimentos, ayuda en la limpieza y orden de la casa, ayuda al desvalido, al anciano, al niño, respeta a la mujer, a tus maestros, a tus mayores y habla con propiedad, aprende a escuchar, usa la razón antes que entrar en pleito o controversia, etc., etc., etc. son principios que no figuran en el ámbito de muchos jóvenes. Los docentes, difícilmente podrán resarcirlos por más que lo intenten si los padres de familia no participan y ponen ejemplo.

Ahora bien, si los castigos físicos de antaño no son precisamente un medio para lograr el objetivo, tampoco lo es la indulgencia ante las faltas y el consentimiento excesivo hacia los hijos.

La tarea de los padres para mejorar las cosas, es entonces muy ardua y de mucho compromiso, pero al parecer el factor determinante es el tiempo que le dedican a atender estas funciones y el grado de compromiso para predicar con el ejemplo.

Un compañero psicólogo, dedicado profesionalmente a atender jóvenes con problemas de conducta, me comentaba que los padres abandonan las terapias cuando llegan el momento de trabajar en familia y deben los padres demostrar con su ejemplo cambios de conducta ejemplares. "Quieren que cambie el hijo, pero ellos no están dispuestos a ceder ni un ápice de sus  malos principios y hábitos"

No, definitivamente los alumnos no son burros, ni son los responsables directos de su estatus de conocimiento, más al contrario, son seres muy inteligentes con gran entusiasmo, de iniciativas impulsivas, cargados de energía, pero también distraídos, flojos e indiferentes porque todo privilegio lo consiguen fácilmente.

Aún en sus grados iniciales de estudios de bachillerato están en condiciones de enderezar su camino, pero no es aprobándolos por antonomasia de estudiante que lo van a lograr, sino despertando en ellos el entusiasmo por el aprendizaje y el conocimiento, la curiosidad por la aplicación del conocimiento, por la demostración de lo aprendido en distintos ámbitos de la vida.

La pregunta obligada ¿Aprobar o aprender? Reconocer no tener el conocimiento es doloroso, pero es el primer paso para la cura, el tratamiento será tedioso y hasta doloroso, pero ayudará a sanar. Mucho trabajo colaborativo por hacer, pero la recompensa será grande.

Hagamos lo mejor que podamos con lo que tengamos a mano; nuestro querido México lo necesita y urgentemente